Verano, veranito…

Entra el veranito y crecen las propuestas para infinidad de actividades al aire libre. Es el momento en el que nos acordamos que necesitamos hacer deporte y dejar que el sol nos queme la piel.

Aparecen personajillos que nos “invitan” a caminatas y excursiones, sin saber porqué el resto del año no hemos contado con sus propuestas…

Momento para la reflexión y la autocrítica que nos hace conocernos mejor. Parece que todo se ralentiza en verano, ese sol que nos acelera el ánímo pero que nos deja planos físicamente.

Hoy toca reflexión desde la tranquilidad que nos dejan los problemas solucionados, o los que ya están encauzados. Hoy vuelvo a hacer una introspección, vuelvo a encontrar sentido a mis actos y mis reacciones.

Ser consciente tiene sus ventajas, podemos darnos cuenta de las cosas que ocurren a nuestro alrededor lo suficientemente rápido como para dar una solución acertada.

La parte menos agradable es que sentimos con más intensidad los agravios de las personas que interactúan en nuestro camino. Una de cal y otra de arena.

Han pasado muchos días desde mi última reflexión, muchos momentos y un sinfín de experiencias. Sigo dándome cuenta de que somos lo que mostramos, nos fijamos en la superficie sin querer ahondar más en el interior.

Nos falta comunicación, nuestros pensamientos nos inundan de problemas y limitan nuestra consciencia. La empatía desaparece dejando paso a un egocentrismo que campa a sus anchas entre nuestros actos.

Volvemos una y otra vez a lo fácil, a tirar del ego para calmar la falta de estima. Queremos atención plena pero ofrecemos nuestro ruido. Que fácil es cerrar los ojos y rendirse al tiempo, ese que dicen que todo lo cura.

El sol aparece y calienta el cuerpo. Espero que al menos las buenas ideas no se resequen. Que la comunicación se ilumine con la luz de la sabiduría y seamos capaces de ofrecer. Que mientras la empatía toma el sol, el ego quede bañándose en la playa.

Feliz verano, que disfrutéis de unas vacaciones tranquilas…

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